Dios te ama y tiene sed de tu amorHemos visto cómo Cristo Resucita, cómo se pone a caminar con los discípulos de Emaús. Pero nos tenemos que preguntar: ¿por qué Cristo resucita? ¿Por qué Cristo está vivo? Y vamos a darnos cuenta y a entrar en el misterio del amor del Señor.
Si un marido regala a una mujer una sortija con diamantes, pues lo más importante es el porqué se lo ha regalado: el amor. Cuando dos se casan lo importante es el amor por el que uno le da al otro el anillo o lo que sea. Basta pensar qué sería si uno le diera a otro un anillo precioso sin amarle. Lo mismo: ¿por qué Cristo ha resucitado? ¿Por qué lo ha hecho?
Hemos de ir a la esencia. Darnos cuenta del porqué. No es un hecho puntual ni una casualidad que Cristo murió en la cruz, y luego resucitó y ahora está vivo y me da la vida eterna. Si no que es precisamente movido por el amor. Eso cambia mucho. Que Dios me ame cambia totalmente.
Vamos a ver el motivo por el que Dios ha hecho la obra de nuestra salvación.
Dice Jesús:
El que me ve a mí ve al Padre (Jn 14,9)
Es decir, en Cristo se nos revela Dios. Viendo a Jesús vemos la manera de ser de Dios. Y dirá el apóstol:
Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo por nosotros. (Jn 3,16)
Entregar quiere decir entregar a la muerte. Por lo tanto viendo ese amor de Dios en la cruz, donde Cristo muere, estoy viendo el amor de Dios Padre. Como me quiere a mí. Y me revela también la manera de amar al Padre.
Santo Tomás habla un poco de ese amor de Dios al mundo. ¿Cuándo Dios puso ese entregar a su Hijo a la muerte? Pues cuando puso en su Hijo el amor a los hombres hasta el punto de dar la vida. Y te ama a ti personalmente. ¿Realmente creemos que Dios nos ama? Saberlo lo sabemos. Pero ¿lo creemos?
Muchas veces vivimos como si Dios nos amase. Pero el ‘como si Dios’ no nos mueve. Si Juanito le dice a Patricia: ‘Oye Patricia, yo, como si te amase. ¿Te quieres casar conmigo?’ Patricia le dirá: ‘Vete por ahí’. ‘Como si te amase’ no mueve a nadie.
No acabamos de creernos que Dios nos ama. No hay una convicción personal, vivida. Porque si no, nos volveríamos locos. Que todo un Dios que ha creado el universo, que no necesita de nadie, me quiera a mí personalmente. ¡Ese Dios!
Nos volveríamos locos de amor. Lo haríamos nuestra vida del todo.
¿Por qué quizá nos puede costar el darnos cuenta de que Dios nos quiere, y creer que Dios nos quiere?
Pues a veces por la idea falsa que tenemos de Dios, por la baja idea que tenemos de las personas y, a veces, la baja estima que tenemos de nosotros mismos.
Falsa idea de Dios.
A veces decimos que Dios es el totalmente otro, el lejano. A veces no transmitimos el Dios de Jesucristo. Incluso a veces en la catequesis damos pequeñas deformaciones. Hacemos a Dios en el fondo despótico.
Quizá no lo decimos, pero algo así como que un carpintero puede hacer con su obra lo que le da la gana, pues Dios hace con nosotros lo que le da la gana, porque es el que nos ha creado.
Presentamos a veces un Dios como caprichoso. Como es todopoderoso, puede hacer lo que le da la gana. Estamos poniendo en nuestra categoría a Dios, porque yo si fuese Dios haría lo que me diera la gana. Y eso de hacer lo que le da la gana a uno, ¿es perfecto? ¿O es ser esclavo? Eso es imperfecto.
Porque lo que Dios hace está movido por sabiduría y amor. Eso es lo perfecto. El amor. Dios conmigo no hace lo que le da la gana. Pero a veces presentamos a un Dios que no es el del Evangelio. O presentamos a un Dios autosuficiente. Dios no necesita de nosotros. Y como equiparamos autosuficiencia a soberbia, trasladamos a Dios esa dimensión de soberbia también.
Un Dios como alejado; que puede pasar de nosotros. En cambio el Dios que vemos en la Biblia es un Dios humilde, que no apocado. La humildad ha venido del cielo, no de la tierra:
6 El cual, siendo de condición divina,no codició el ser igual a Dios7 sino que se despojó de sí mismotomando condición de esclavo.Asumiendo semejanza humanay apareciendo en su porte como hombre,8 se rebajó a sí mismo,haciéndose obediente hasta la muertey una muerte de cruz. (Flp 2, 6-8)
Jesús lo dirá:
27 Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, ni al Padre le conoce nadie sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.
28 «Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. 29 Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. (Mt 11)
Por lo tanto es un Dios humilde: amor que se hace servicio. Que se entrega.
Es amor. Y el amor verdadero se somete. Ese es el amor. Él se ha sometido a nosotros. El cónyuge se somete al otro porque le quiere. Tanto que es capaz de hacer cualquier cosa por el otro. Dios es capaz de hacer cualquier cosa por nosotros. El amor que no se somete no es amor. Puede ser un pacto.
El amor es humilde, es sencillo, se hace servicio. Lo vemos en Jesús. En el lavatorio de los pies. Era Dios, y se puso a lavar los pies. Y cuando dice ‘tanto amó Dios al mundo’, ese ‘tanto’ tiene una connotación de esfuerzo, es decir, que de alguna manera le costó. ‘Padre que se aparte de mi este cáliz’, por tanto, nada de un Dios lejano.
El amor de Dios para con nosotros no es el mismo que el amor de Dios hacia las cosas creadas. No es el mismo que puede tener un pintor hacia sus cuadros. Dios está siempre buscando un amor personal, un amor de enamoramiento. Muy superior a lo que nosotros podríamos imaginarnos. Por lo tanto, esa idea falsa que tenemos de Dios puede repercutir en darnos cuenta de que Dios nos quiere.
Si un marido regala a una mujer una sortija con diamantes, pues lo más importante es el porqué se lo ha regalado: el amor. Cuando dos se casan lo importante es el amor por el que uno le da al otro el anillo o lo que sea. Basta pensar qué sería si uno le diera a otro un anillo precioso sin amarle. Lo mismo: ¿por qué Cristo ha resucitado? ¿Por qué lo ha hecho?
Hemos de ir a la esencia. Darnos cuenta del porqué. No es un hecho puntual ni una casualidad que Cristo murió en la cruz, y luego resucitó y ahora está vivo y me da la vida eterna. Si no que es precisamente movido por el amor. Eso cambia mucho. Que Dios me ame cambia totalmente.
Vamos a ver el motivo por el que Dios ha hecho la obra de nuestra salvación.
Dice Jesús:
El que me ve a mí ve al Padre (Jn 14,9)
Es decir, en Cristo se nos revela Dios. Viendo a Jesús vemos la manera de ser de Dios. Y dirá el apóstol:
Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo por nosotros. (Jn 3,16)
Entregar quiere decir entregar a la muerte. Por lo tanto viendo ese amor de Dios en la cruz, donde Cristo muere, estoy viendo el amor de Dios Padre. Como me quiere a mí. Y me revela también la manera de amar al Padre.
Santo Tomás habla un poco de ese amor de Dios al mundo. ¿Cuándo Dios puso ese entregar a su Hijo a la muerte? Pues cuando puso en su Hijo el amor a los hombres hasta el punto de dar la vida. Y te ama a ti personalmente. ¿Realmente creemos que Dios nos ama? Saberlo lo sabemos. Pero ¿lo creemos?
Muchas veces vivimos como si Dios nos amase. Pero el ‘como si Dios’ no nos mueve. Si Juanito le dice a Patricia: ‘Oye Patricia, yo, como si te amase. ¿Te quieres casar conmigo?’ Patricia le dirá: ‘Vete por ahí’. ‘Como si te amase’ no mueve a nadie.
No acabamos de creernos que Dios nos ama. No hay una convicción personal, vivida. Porque si no, nos volveríamos locos. Que todo un Dios que ha creado el universo, que no necesita de nadie, me quiera a mí personalmente. ¡Ese Dios!
Nos volveríamos locos de amor. Lo haríamos nuestra vida del todo.
¿Por qué quizá nos puede costar el darnos cuenta de que Dios nos quiere, y creer que Dios nos quiere?
Pues a veces por la idea falsa que tenemos de Dios, por la baja idea que tenemos de las personas y, a veces, la baja estima que tenemos de nosotros mismos.
Falsa idea de Dios.
A veces decimos que Dios es el totalmente otro, el lejano. A veces no transmitimos el Dios de Jesucristo. Incluso a veces en la catequesis damos pequeñas deformaciones. Hacemos a Dios en el fondo despótico.
Quizá no lo decimos, pero algo así como que un carpintero puede hacer con su obra lo que le da la gana, pues Dios hace con nosotros lo que le da la gana, porque es el que nos ha creado.
Presentamos a veces un Dios como caprichoso. Como es todopoderoso, puede hacer lo que le da la gana. Estamos poniendo en nuestra categoría a Dios, porque yo si fuese Dios haría lo que me diera la gana. Y eso de hacer lo que le da la gana a uno, ¿es perfecto? ¿O es ser esclavo? Eso es imperfecto.
Porque lo que Dios hace está movido por sabiduría y amor. Eso es lo perfecto. El amor. Dios conmigo no hace lo que le da la gana. Pero a veces presentamos a un Dios que no es el del Evangelio. O presentamos a un Dios autosuficiente. Dios no necesita de nosotros. Y como equiparamos autosuficiencia a soberbia, trasladamos a Dios esa dimensión de soberbia también.
Un Dios como alejado; que puede pasar de nosotros. En cambio el Dios que vemos en la Biblia es un Dios humilde, que no apocado. La humildad ha venido del cielo, no de la tierra:
6 El cual, siendo de condición divina,no codició el ser igual a Dios7 sino que se despojó de sí mismotomando condición de esclavo.Asumiendo semejanza humanay apareciendo en su porte como hombre,8 se rebajó a sí mismo,haciéndose obediente hasta la muertey una muerte de cruz. (Flp 2, 6-8)
Jesús lo dirá:
27 Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, ni al Padre le conoce nadie sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.
28 «Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. 29 Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. (Mt 11)
Por lo tanto es un Dios humilde: amor que se hace servicio. Que se entrega.
Es amor. Y el amor verdadero se somete. Ese es el amor. Él se ha sometido a nosotros. El cónyuge se somete al otro porque le quiere. Tanto que es capaz de hacer cualquier cosa por el otro. Dios es capaz de hacer cualquier cosa por nosotros. El amor que no se somete no es amor. Puede ser un pacto.
El amor es humilde, es sencillo, se hace servicio. Lo vemos en Jesús. En el lavatorio de los pies. Era Dios, y se puso a lavar los pies. Y cuando dice ‘tanto amó Dios al mundo’, ese ‘tanto’ tiene una connotación de esfuerzo, es decir, que de alguna manera le costó. ‘Padre que se aparte de mi este cáliz’, por tanto, nada de un Dios lejano.
El amor de Dios para con nosotros no es el mismo que el amor de Dios hacia las cosas creadas. No es el mismo que puede tener un pintor hacia sus cuadros. Dios está siempre buscando un amor personal, un amor de enamoramiento. Muy superior a lo que nosotros podríamos imaginarnos. Por lo tanto, esa idea falsa que tenemos de Dios puede repercutir en darnos cuenta de que Dios nos quiere.
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