martes, 23 de octubre de 2012

VIVIR PIDIENDO PERDÓN




Una de las formas más devastadoras para anular nuestra personalidad es andar por la vida pidiendo perdón a cada momento.
Perdón porque nos equivocamos, perdón porque no somos lo que los demás quieren, perdón por amar, perdón por llorar, perdón por estar con exceso de peso, perdón por cuidarnos, perdón por el perdón mismo.
Cuando vivimos nuestra vida con el perdón en la boca, lo único que estamos haciendo es tener una excusa a flor de piel; una justificación por lo que no alcanzamos, y nos quedamos carentes de poder personal; porque no asumimos nuestro compromiso con la vida que tenemos.
¿Por qué pedir perdón sólo por pensar diferente? ¿Por qué pedir perdón por expresar nuestras emociones?
Vivir pidiendo perdón es vivir negándonos el derecho de ser quienes somos. Es priorizar el ser de los demás en detrimento del propio; es rechazarnos sistemáticamente.
Y muchas veces es sólo una defensa para seguir haciendo lo mismo, una y otra vez.
¿Por qué pides perdón? ¿Por qué no aceptas quién eres?
¿Deberías ser lo que los demás dicen? ¿Para qué?
Las mujeres que cotidianamente piden perdón, lo hacen desde su desvalorización, desde sus creencias limitantes que le enseñan a que sus derechos no son importantes, y que entre elegir a otros o así misma es de buena educación, elegir al otro.
Sin embargo, esta postura sólo nos retrotrae y angustia; nos hace descender en la escala de logros personales, y nos convertimos en dependientes oficiales.
¿Para qué pedir perdón? ¿Para qué andar por la vida pidiendo ser excusadas? ¿Por qué creemos que lo que hacemos o somos requiere una excepción?
¿Qué logramos con todo esto? ¿Reconocimiento? ¿Que nos digan que somos buenas? ¿Qué nos aprueben? ¿Qué no dejen de querernos?
Sea por lo que sea que lo hagas, la única perjudicada eres tú; por eso cada vez que lo hagas, repite con amor “cancelado” y aprende a valorar el maravilloso ser que hay en ti.
Tú tienes luz, inmensa y brillante; sólo debes aprender a mirarla, y no a temerla.

martes, 16 de octubre de 2012

EN ESPERA DEL AMOR




Si tengo seguridad en mí misma, en mi potencial y en lo que valgo como mujer, yo sé que tarde o temprano encontraré el amor que tanto estoy esperando.
No voy a precipitarme, seré paciente, esperaré por el amor correcto, esperaré a estar segura de que es él.
Confío en que Dios tiene alguien especial para mí.                                                      ¿Crees que tu corazón está preparado para recibir el amor? ¿Has perdonado? ¿Ya sacaste de ti todo el rencor que guardabas de aquella última relación que te dejó hecha pedazos?
Si todavía conservamos tristes recuerdos, si aún no hemos podido sanar aquellas profundas heridas que dejaron nuestro corazón infectado de mentiras, engaños, celos, traiciones y maltratos… entonces nos será difícil recibir un compañero sentimental que nos llene de felicidad, que nos apoye en todo momento y nos ame de una forma incondicional.
Para recibir el amor del hombre que Dios tiene para ti, debes primero perdonarte a ti misma sin culparte, limpiar y renovar tu alma aceptándote y valorándote como un ser que es digno de amar y merece ser amado. Y si con ello mantienes la esperanza en que todo en tu vida mejorará, a pesar de las pruebas que enfrentes, al final habrá una recompensa para ti.
Mujeres que anhelamos ser amadas: debemos ser pacientes en la espera.
Dice un adagio muy popular que “la desesperación es parte del fracaso”… entonces, ¿por qué nos desesperamos? Dios tiene un plan perfecto con cada una de nosotras, él todo lo hace a su tiempo, él nos prepara para recibir un amor sin manchas, un amor verdadero, permitamos que sea él quien tenga el control de nuestra vida.
En nuestras relaciones, solemos ir de fracaso en fracaso, muchas veces por temor a la soledad, porque no concebimos unas semanas, unos meses, unos años sin tener a un hombre a nuestro lado. Y por eso tendemos a elegir mal…
Tú que quieres ser bendecida con un gran hombre, espera la promesa en el Todopoderoso, a él es quien debemos dejar que obre de manera perfecta en nuestra vida. Él sabe qué nos conviene y qué no, y lo más hermoso es que nos prepara para recibir a ese hombre que al igual que nosotras desea experimentar un amor sin condiciones, basado en la confianza, comprensión, en la unidad, en la comunicación y en los pequeños detalles que fortalecen y avivan toda buena relación.
A ti hermosa mujer que espera el amor, te invito a que descargues tus cargas y miedos en Dios, que sabrá prepararte, porque él desea que tanto tú como tu pareja disfruten un amor correspondido, donde la felicidad no sea una quimera, sino toda una realidad.
Cree en el amor, porque sí existe.
Y espera paciente en él.

jueves, 4 de octubre de 2012

LA MUJER Y EL SUFRIMIENTO



¿Lloras por tus sueños rotos mujer?
¿Sientes que el cielo te aplasta con la tierra porque estás convencida de que tu amor no hace eco en las esporas del viento de tu tiempo?
¿Crees que diste todo a cambio de nada?
¿No valoraron tus razones, ni tu entrega en cuerpo, alma, sentimiento y razón?
¿Te dejaron suspendida entre el cielo y el infierno? ¿Tu corazón yace dormido en el sopor de tu impotencia y lacerante indiferencia? ¿Te sientes como una mofa humana con ojos insensibles ante el dolor? ¿Porqué estás triste, por qué te sientes así?… ¿Será que te mintieron? ¿Te manipularon? ¿Te engañaron? ¿Te traicionaron? ¿Te abandonaron? ¿Destrozaron tu confianza y tus anhelos? ¿Rasgaron en dos el lienzo de tu esperanza? ¿Rompieron en mil pedazos el cáliz sagrado de tu hermoso corazón de mujer?
Si alguna vez te has hecho estas preguntas amiga lectora, te invito a transformar esas impresiones tan dolorosas que han dejado profundos surcos o grietas en tu alma devastada por tu propio desaliento.
Miren ustedes corazones bellas: Cuando alguien llega a irrumpir e invadir drásticamente nuestro valle encantado de mágica inspiración femenina, usurpando de manera grotesca, machista, cínica y altanera, todas las colinas del pensamiento enamorado de una mujer, es como descubrir abruptamente el lado oscuro de un destino que nos parece injusto, y que definitivamente no estábamos preparadas, ni capacitadas para recibirle ¿cierto?
¡Para todo se prepara la mujer en esta vida, menos para la frustración, ni para el fracaso!
Entonces, ¿Qué hace una mujer cuando se siente burlada, herida, engañada, traicionada, denigrada, vejada, manipulada, maltratada y devaluada en lo más íntimo de su ser?
¿Lo saben ustedes?… ¡La mujer acude primeramente a sus lágrimas!, consulta a su propio corazón, pregunta y se vuelve a inquirir una y otra… y muchas veces más, en medio de grandes crisis emocionales: ¡Dios mío! ¿Por qué me sucedió esto a mí?
Hay una razón poderosa mis bellas, y vamos a conocerla aquí y ahora: ¿Les parece?
¡Atentas por favor!, que vamos a develar el gran misterio que encierra la máxima Obra del Creador en todo su esplendor.
La mujer, amigas queridas, es el vaso hermético donde se gesta la luz, el cáliz o sagrario divino del universo más celestial, que encierra los profundos misterios del amor, en todo su pensamiento, sentimiento, vida y razón.
Cuando Dios escogió el corazón de la mujer para morar en él, todo el cuerpo de la mujer se convirtió en su templo. Y el Señor no mora únicamente como un huésped de paso en nuestro corazón. Él habita permanente y majestuosamente en carne viva, con su sangre preciosa en las corrientes de nuestras venas, mostrando su fuerza, su poder, su sabiduría, y su gloria en cada neurona de nuestro cerebro femenino, y en cada célula inteligente de nuestra sabia, hermosa y tersa piel.
La mujer es la máxima expresión de la belleza y el amor del mundo. Parece increíble ¿verdad? Pero esto lo podemos evidenciar plenamente en el candor de su mirada, en el valor de su sonrisa, en el verbo de su voz y en la ternura sin igual que posee un corazón de mujer.
Y el corazón de una mujer amigas, no es una simple máquina que trabaja de manera incesante, latiendo acompasadamente en su ritmo cardíaco para nutrir de sangre al resto del organismo, como si fuera una bomba mecánica sin sentido, ¡NO! El corazón de la mujer es donde Dios nos ayuda con las decisiones de vida.
Y se preguntarán ustedes: ¿Entonces por qué si Dios vive dentro de nosotras permite tanto sufrimiento?… ¡Vaya pregunta!
No es que Dios permita tanto sufrimiento amigas; somos nosotras mismas quienes alteramos la leyes del amor con tanta intransigencia, capricho y necedad de hacer siempre nuestra voluntad, a costa de sacrificar al verdadero amor que vive y habita gratuitamente en nuestro corazón.
Queremos lograr las cosas más triviales e inútiles de esta vida transitoria casi a la fuerza, olvidándonos que llevamos un Rector Superior en el alma. Y que es ese Maestro Interior quien nos coloca con toda su misericordia a veces en los dinteles de las más grandes pruebas de humildad y humanidad, para ver cómo reaccionamos ante las viscisitudes de la vida. ¿No es acaso por el fuego por donde se prueban los más preciados metales?
Pero cuando cerramos los ojos al entendimiento, cuando apagamos la voz de nuestra conciencia, cuando dejamos de ser creativas, objetivas y mujeres espirituales, cuando nos alejamos de las emanaciones divinas de nuestro Padre que mora y vive en secreto dentro del corazón, cuando se nos olvida que como mujeres, también somos ninfas celestiales, siervas, hijas mensajeras y las representantes más elevadas del Dios-Amor en la tierra. ¿Con qué derecho queremos conquistar al amor? ¿Con qué derecho pedimos y hasta exigimos amor?
Se quejan algunas mujeres de que no reciben amor, se lamentan de que no es valorado el amor que ellas entregan, y sería muy interesante investigar de manera seria, profunda, personificada y muy estrictamente privada las causas vitales de sentirse en quiebra amorosa, teniendo tanto amor en su corazón.
Preguntémonos sinceramente: ¿Cómo, dónde, cuándo, por qué y a quién estamos dosificándole y cosificándole nuestro propio caudal de amor? ¿Damos amor acaso para recibirlo? ¿O tenemos que esperar primero a recibir amor, para dar incondicionalmente nuestro propio amor?
La respuesta es toda vuestra chicas, y de TodaMujeresBella.com, todo el agradecimiento supremo por sus valiosos comentarios.
Mi humilde corazón os pertenece en Cristo,