sábado, 14 de febrero de 2009

DELEITATE EN EL SEÑOR




Deléitate asimismo en Jehová, y él te concederá las peticiones de tu corazón. Salmo 37: 4 ¿Concederá Dios la respuesta a todas las peticiones del que se deleita en él? Esa es la promesa bíblica, y esa es la verdad. Pero quizá la experiencia de Naamán, el sirio, nos instruya para saber por qué no recibimos "todo" lo que pedimos a Dios. Todos los cristianos saben que el problema no está en Dios.¿Quién no conoce la historia de Naamán? ¿Quién no recuerda la historia de la muchacha israelita que había sido llevada cautiva a Siria? Ni nombre, ni edad, ni nada. Pero, ¡qué testimonio el suyo! Cuando vio que Naamán estaba leproso, le dijo a su ama, la esposa de Naamán, de quien ya había ganado la confianza: «Si rogase mi señor al profeta que está en Samaría, él lo sanaría de su lepra» (2 Rey. 5: 3). ¡Confianza infantil, es decir, cristiana!Ninguna referencia al hecho de que el poderoso Dios a quien el profeta Eliseo servía no la había librado del cautiverio sirio. ¿Quién dijo que necesitaba liberación? Estaba allí en misión. Había sido enviada por Dios para cumplir aquella misión, de consecuencias eternas.Pero Naamán y su jefe, el rey de Siria, hicieron todo mal desde el principio. El rey Sirio envió una carta llena de soberbia al débil rey israelita. El rumor de la carta del rey de Siria corrió como un reguero de pólvora y llegó a oídos de Eliseo. El profeta de Dios dijo: «Venga a mí y sabrá que hay profeta en Israel». Qué santo orgullo despiertan estas palabras: «Hay profeta en Israel». Naamán se presentó a la puerta de la casa de Eliseo, con toda la ridícula pompa y circunstancia de los que se creen dignos de todo. Eliseo le envió un recado con su siervo: «Ve y lávate siete veces en el Jordán y sanarás» (vers. 10).Naamán se fue enojado. Pero cuando sus siervos razonaron con él, «se zambulló siete veces en el Jordán» (vers. 14). Santo remedio. En lo sucesivo se deleitó tanto en Jehová, que hasta tierra de Israel llevó para rociarla en su cuarto de oración para arrodillarse sobre tierra santa. ¿Cómo podemos deleitarnos en Jehová? Como lo hace «el varón que no anduvo en consejo de malos ni estuvo en camino de pecadores. En la ley de Jehová está su delicia, y en su ley medita de día y de noche». Dios primero, Dios en medio, Dios al final. En eso consiste el estilo de vida de los que se deleitan en Jehová. Dile hoy al Señor: «Aunque lo que te pida no suceda, siempre estaré feliz, porque te tengo a ti y tú eres mi delicia».

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