jueves, 8 de enero de 2009

EL MARIDO QUE NO APARECE




Una de las quejas más comunes de la esposa del ministro es que su mando no tiene suficiente tiempo para estar con ella y los hijos. Sin embargo, otras mujeres también tienen este problema. Un cirujano, en cuyo hogar mi esposo dirige una clase bíblica, no se había acostado antes de las tres de la mañana por tres días seguidos, ¡y debía estar en el hospital a las siete todas las mañanas! Su esposa me dijo que antes de eso había estado en casa para cenar sólo tres veces en dos semanas. La esposa de un siquiatra me contó que no sólo debía enfrentar el constante riesgo de que las pacientes se enamoraran de su esposo y procuraran cautivarlo, sino que ella y su familia tenían que "medir" cada palabra antes de hablar con él; en más de una oportunidad él interpretaba los pensamientos y acciones de la familia a la luz de su profesión. Un contador público pasó por nuestra casa a la hora de cenar para darle un mensaje a mi esposo. Hablando sobre su trabajo, nos dijo que no había cenado en su casa por dos semanas y sólo regresaba temprano esa noche porque su esposa estaba enferma y tenían niños de corta edad. Dijo que se iba de casa a la mañana, antes de que se levantaran los hijos y que no había regresado antes de que se acostaran durante varias semanas. Su hijo mayor llegó a preguntar "¿Ha llegado carta de papá recientemente, mamá?" Pensó que su padre estaba de viaje.
Un diácono de nuestra iglesia abrió un negocio. Su esposa trabaja varias horas con él, además de atender a sus hijos y el hogar. Varios hombres de nuestra iglesia son viajantes, vendedores en otras ciudades y muchos de ellos sólo pueden estar en casa los fines de semana; algunos de ellos se ausentan por dos semanas cada vez. También están los pilotos aéreos que tienen horarios muy difíciles; a veces se ausentan por varios días, luego están en casa dos o tres; cuando ya están acostumbrándose a cierta rutina, sus horarios cambian y todo el orden de la vida de hogar tiene que acomodarse de nuevo. Las esposas de granjeros trabajan de sol a sol junto a sus maridos y, a menudo, no tienen todas las ayudas para hacer el trabajo hogareño que tenemos nosotras que vivimos en la ciudad.
LA SOBRECARGA DE TRABAJO
Pero, quizás, el caso más difícil que observé fue el de un hombre que acababa de comprarse una estación de servicio, una gasolinera. Por cuestión de fondos, sólo podía tener un empleado. Eso significaba que debía trabajar desde las cinco de la mañana hasta las diez de la noche. Su hijos menores estaban en la escuela secundaria y su esposa se había empleado para ayudar con los gastos hasta que el negocio fuera rentable. ¿Se imaginan qué vida familiar?
Podríamos dar muchas más ilustraciones. Generalmente, tanto el comerciante o el profesional trabajan tantas horas como algunos pastores, y a veces más. Están aquellos casos en donde el hombre trabaja en una fábrica u oficina, ocho horas diarias y cinco días a la semana, pero la mayoría necesita hacer horas extras o tener otro empleo complementario para adaptarse a la situación económica del país. Muy pocos pueden mantener una familia sin esfuerzo.
Todos estos hombres de que hablamos suelen ser también muy generosos en el tiempo que dedican gratis al trabajo en la iglesia. Tienen el mismo problema de darle más tiempo a sus esposas e hijos como el ministro. Sin embargo, fue interesante notar que ninguna de las personas entrevistadas sobre este tema se quejó o estaba resentida. Las largas horas de trabajo eran aceptadas como una parte necesaria de la vida.
Debemos admitir que existen dos diferencias. La esposa laica sólo trabaja para su marido, mientras que la esposa del pastor procura complacer a cientos de personas. Hay también otra diferencia: la esposa del comerciante o profesional gana dinero directamente de su trabajo, o recibe el beneficio económico de ayudar a su esposo. En cambio, pocas parejas pastorales gozan de remuneración económica acorde con la educación requerida para su trabajo y la cantidad de tiempo que dedican.
EL SALARIO Y OTRAS YERBAS
Este último tema, los ingresos limitados, es la segunda queja en importancia que la esposa del pastor tiene. A menudo, sus quejas surgen del hecho de que no pueden vivir al nivel de las personas que los rodean. Muchas no tienen problema en mencionar la remuneración aparentemente pequeña que reciben de la iglesia, pero están las que omiten decir que no pagan alquiler por su casa y muchas veces con luz, gas, etc. incluidos. Tampoco consideran los ahorros que les representan los regalos que reciben de la congregación, las niñeras que no les cobran, las contribuciones para sus vacaciones. Estos beneficios varían, por supuesto, de acuerdo a la situación económica de la iglesia y la sensibilidad de los miembros.
Hemos recibido tantas atenciones de la iglesia que a menudo pienso que debería escribir un libro de memorias con todas ellas. Mi oficina es un rincón de nuestro lavadero y pieza de planchado. Al escribir esto, levanté la vista para ver las cosas que estaban en el cuarto y que había recibido de los miembros de la iglesia. La máquina de escribir me la dio una familia; el archivo, que está a mi derecha, nos lo dio un ejecutivo; el plato de adorno que cuelga encima de la cómoda lo recibí de una maestra; un florero pintado a mano por la esposa de un anciano, el infaltable almanaque sobre la pared del comercio de otra señora, el cuadro de manos orando que me dio otra familia, así como los arbustos en flor y los árboles que veo por la ventana también los recibí de la congregación. ¡Con cuánta facilidad nos olvidamos de los maravillosos amigos que Dios nos ha dado en la iglesia!
La tercera queja, la más seria, se refiere a la salud quebrantada de la esposa del ministro. Ya sé que hay muchas que se sienten cansadas, trabajadas y enfermas, esto es comprensible pero no se justifica. Nadie quiere oír acerca de la salud de otro, aunque es costumbre preguntar: "¿Cómo estás?" Invariablemente se responde: "Muy bien", y nada más. Si una amiga más cercana insiste más, dile lo menos posible acerca de tu estado de salud. Nadie quiere oir "un recital de órgano" aunque sea necesario para mostrarlo verídico. Recuerda 2 Corintios 4.16. Aun cuando el "hombre exterior" esté produciendo mucho dolor, el "interior" debe ser renovado por el Señor, cada día, en la medida que se lo permitamos. Debemos oír detalles de la salud de muchos miembros de la congregación, querámoslo o no. Ellos necesitan que alguien los escuche y conforte y quizá seas la única persona a quien pueden recurrir. Admito que nosotras necesitamos la misma ayuda, pero debemos buscar nuestros consoladores fuera de la iglesia. Nuestros esposos deben ayudamos en esto, pero, como tienen que escuchar tantos problemas durante el día, no me parece justo ni acertado descargar nuestras quejas sobre ellos ni bien lleguen a casa.
Un compañero del seminario de mi esposo se casó con una hermosa chica; prometía ser una buena esposa de pastor. Sin embargo, ella se quejaba constantemente de su salud de tal modo que tenían que cambiar de iglesia a menudo. Su reputación de quejosa era tan notoria que ninguna iglesia deseaba tenerlo a él como pastor. Su ministerio terminó arruinado porque ella no pensaba en otra cosa que en sí misma, y sólo hablaba de cómo sufría físicamente.
Consideremos las circunstancias que nos son contrarias, pero tengamos cuidado de no estar echando la culpa a Dios por los problemas, quejándonos y rebelándonos contra lo que, en definitiva. El ha permitido, en su voluntad, para nuestro bien. Es bueno leer y releer la historia de Números 21 para recordar cómo le disgustan a Dios las quejas. La terrible plaga de serpientes venenosas que El envió a los hijos de Israel nos debe enseñar una solemne lección.
EXIGENCIAS
Muchas esposas de pastores se ofenden porque tienen que ser aprobadas por la congregación antes de que sus esposos sean llamados a pastorearla. Sienten que tal proceder sólo se cumple en su caso. Sin embargo, muchas empresas no emplean a un hombre hasta que algunos de los directores hayan tenido oportunidad de conocer a su esposa para ver si es apta para el tipo de vida que él tendrá que llevar. Esperan que ella encuadre dentro de las normas que la compañía ha establecido para las esposas de sus empleados. Si no reúne las condiciones, el hombre no obtiene el empleo. O si ya está empleado, a menudo no se le toma en cuenta para promociones o ascensos por causa de su esposa. Y no estoy analizando si está bien o no, sólo señalo que no somos las únicas en pasar por ese tipo de filtro.
Las esposas de los ejecutivos, al igual que las de los pastores, tienen el mismo problema en cuanto a ofrecer hospitalidad, aunque quizá en diferentes maneras. Nosotras estamos limitadas por falta de fondos y de ayuda en la casa, pero podemos dar hospitalidad a cristianos o por lo menos a los que se comportan como tales cuando están en la casa pastoral. Muchos cristianos comprometidos están obligados a invitar a sus hogares a otros hombres de negocios y clientes que están de visita o con los cuales deben desarrollar relaciones sociales ligadas al trabajo; de pronto encuentran que sus hogares son invadidos por humo de cigarrillo, a veces palabras obscenas y personas de carácter indecente, lo que a veces deben tolerar por varias horas. Uno de nuestros ancianos se niega a servir bebidas alcohólicas de modo que, por respeto a su testimonio cristiano, las visitas ya no llevan sus botellas con ellos, pero llegan bien "rociados" de antemano. Nosotras, las esposas de pastores, ofrecemos hospitalidad al pueblo de Dios y recibiremos nuestra recompensa de El, mientras que otros cristianos tienen que hacerlo sencillamente por su trabajo. A veces tienen la dicha de poder hablarles de Cristo, pero muchas veces no.
ASI ES LA VIDA
Claro que hay particularidades y diferencias, pero, sustancialmente, así es la vida. Y más aun, así será siempre la vida ministerial, por lo que debemos entenderlo como tal y desarrollar madurez en función de eso. No somos las únicas en tener poco a nuestro marido en casa y no sólo nosotras soportamos situaciones ajustadas; a muchas familias de la iglesia les ocurre algo parecido. Si nos quejamos "de nuestra particular situación", muchas mujeres compararán que lo que a ellas les toca no es diferente y ya no tendremos autoridad para con ellas.
El damos cuenta de esto tiene también su aporte al ministerio. En primer lugar, nos ayuda a no sentimos tan "únicas" en la desdicha. Si bien hay un dicho popular que dice: "Mal de muchos, consuelo de tontos", en este caso tiene mucho que ver el saber que lo que me sucede no es "particularmente a mí" sino que es algo más general. Como decía antes, así es la vida para muchas mujeres, igual que para nosotras. Tratar de cambiarlo totalmente es buscar lo imposible. Sí debemos, como parejas pastorales, administrar bien el tiempo, la agenda, el dinero y lo demás, evitando excesos innecesarios o tareas que bien puede (y debe) hacer otro.
Por otra parte, las situaciones como éstas nos capacitan para entender mejor las penurias y situaciones de esas otras mujeres que quisiéramos ver crecer más rápido en la iglesia o a las que quisiéramos "ver en todas las reuniones de mujeres" que nos toca programar. Esta realidad nos anima a buscar soluciones de aplicación más general, ya que deben ser aprovechadas por más mujeres de lo que al principio creíamos.

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