Sabías que podés tocar
el corazón de Dios
y cambiar sus decisiones???
Claro, ¡siempre que tengas una causa noble!!! La naturaleza de Dios es la fidelidad y, tal vez, surge la pregunta: ¿Y dónde aplica Dios Su fidelidad?...
1) Dios es fiel a Su Palabra: Las Sagradas Escrituras. Podemos estar seguros, en un ciento por ciento, que lo que allí dice tendrá cumplimiento.
2) Dios es fiel a Su Iglesia, a las promesas hechas a Abraham, el padre de la fe, a los profetas y hombres usados por Dios. Tales promesas son también nuestras, porque pertenecemos a la misma simiente: La simiente de los redimidos.
Y las promesas de Dios no sólo se cumplen en nuestra vida sino en todo aquello sobre lo cual la proclamemos. Porque cuando la declaramos, debemos tener en cuenta que “no volverá a Dios vacía, sino que hará lo que él quiere, y será prosperada para todo aquello para lo cual fue enviada” (Isaías 55:11). Y su fidelidad es tan, pero tan grande, que por amor a los Suyos, ¡Dios puede cambiar de parecer!!!
Tal vez digas: ¡No me haga reír, tal cosa es inaudita!!!
Sin embargo, la Biblia dice que Dios se cansó de la desobediencia del pueblo de Israel y decidió destruirlo, en más de una oportunidad. Pero cuando Dios le comunicó su decisión a Moisés: “Yo he visto a este pueblo, que por cierto es pueblo de dura cerviz. Ahora, pues, déjame que se encienda mi ira en ellos, y los consuma; y de ti yo haré una nación grande” (Éxodo 32:10). Moisés intercedió por el pueblo y le pidió a Dios que no lo hiciera, “entonces Dios se arrepintió del mal que dijo que había de hacer a su pueblo” (v.14).
Y en una oportunidad Moisés, al igual que Jesús, puso su propia vida por el pueblo: “Te ruego, pues este pueblo ha cometido un gran pecado,… y si no, ráeme ahora de tu libro que has escrito” (Éxodo 32:31). Le estaba diciendo a Dios, ni siquiera me importa tenerte, no quiero la vida si vas a borrar a este pueblo de la tierra!!! Y Dios cambió de parecer nuevamente, por amor a Moisés.
¡Cómo no iba a tocar el corazón de Dios semejante entrega!
Otro hombre que hizo cambiar a Dios de parecer fue el rey Ezequías. Cuando Dios le mandó a decir por medio del profeta Isaías: “Ordena tu casa, porque morirás, y no vivirás” (2 Reyes 20:1), Ezequías lloró y oró pidiendo diez años más de vida. Y antes que el profeta terminara de salir de su palacio, Dios lo hizo volver para decirle: “Yo he oído tu oración, y he visto tus lágrimas; he aquí yo te sano.”
En el Nuevo Testamento leemos de una mujer cananea, que no pertenecía al pueblo de Dios, y también hizo cambiar a Jesús de planes. Ella clamó pidiendo que sanara a su hija y Jesús le dijo: “No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel… No está bien tomar el pan de los hijos, y echarlo a los perrillos. Y ella dijo: Sí, Señor; pero aun los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos. Entonces respondiendo Jesús, dijo: Oh mujer, grande es tu fe; hágase contigo como quieres. Y su hija fue sanada desde aquella hora” (San Mateo 15:22,27,28). En otras palabras, no estaba en los planes de Dios que Jesús predicara a los gentiles, a los que no pertenecían al pueblo de Israel, sin embargo, la fe de esta mujer tocó el corazón de Dios y cambió Sus planes.
En este siglo presente, tan deteriorado moralmente, Dios está buscando gente que se entregue a cumplir Su voluntad sin condicionamientos. Está buscando valientes, que estén dispuestos a interceder al punto de cambiar incluso,las decisiones del Todopoderoso!!!
A nuestro Padre le agrada complacernos, sobre todo, cuando le amamos hasta entregarle todo. El rey David lo sabía bien cuando escribió: “Deléitate asimismo en el Señor, y él te concederá las peticiones de tu corazón” (Salmo 37:4).
La fidelidad de Dios también nos garantiza la protección de nuestra familia. Cuando Él decidió destruir Sodoma y Gomorra, dijo: “¿Encubriré yo a Abraham lo que voy a hacer? ..” Abraham lo supo antes que sucediera, y aunque Abraham no le pidió a Dios por Lot, igualmente Dios mandó sus ángeles a sacar a Lot y su familia de Sodoma antes de destruirla. ¡Y creo que Abraham no oró por su sobrino, porque daba por sentado de que Dios se acordaría que era su sobrino y lo guardaría!
Pero el círculo de la fidelidad de Dios se ensancha sobre nosotros al punto que Él ha prometido bendecir a los que nos bendigan, y maldecir a los que nos maldigan (Génesis 12:3). Rahab, una mujer ramera, por proteger a los israelitas que fueron a reconocer la tierra y evitar que los mataran, no sólo salvó su vida junto con su familia, sino que de uno de sus descendientes nació José, esposo de María, ella pasó a formar parte del plan de salvación de Dios. Y Jesús afirmó que cualquiera que diere un vaso de agua solamente a uno de los Suyos, sería recompensado. En otras palabras, los que nos hacen favores a nosotros, ¡reciben como paga el favor del Dios al cual servimos!!!!
Y hay algo más a nuestro favor. El rey Salomó dijo que el corazón de los que gobiernan está en las manos del Señor, y a todo lo que Él quiere lo inclina (Proverbios 21:1) De modo que si necesitamos la asistencia de alguna autoridad, podemos pedir a Dios que incline su corazón a nuestro favor. Esther, una mujer judía, ante un problema decidió orar y presentarse ante el rey Asuero de Persia, su esposo, sin haber sido llamada. Estaba pasando por alto una ley real, sin embargo, Dios tocó el corazón del rey y lejos de reprocharle su actitud, le dijo: “¿Qué tienes, reina Ester, y cuál es tu petición? Hasta la mitad del reino se te dará” (Ester 5:3). ¡No creo que haya muchos reyes dispuestos a desprenderse nada menos que de la mitad de su reino, a no ser por la intervención del Dios al cual servimos!!
Todos estos beneficios alcanzan a los cristianos que son capaces de pararse firmes sobre la Palabra del Dios vivo y servirle de todo corazón, pase lo que pase. Los redimidos somos el especial tesoro de nuestro Padre, porque hemos sido comprados con el más alto precio: La vida de Jesucristo. Es un precio que va más allá de todo cálculo, porque es ilimitado. Todo lo que hay en el mundo, por alto que sea su costo, el precio siempre será limitado, o sea, se puede fijar según la moneda de cada país. Pero la sangre de Cristo, no tiene precio. Todo el dinero que existe en el mundo y todas las fortunas juntas, no alcanzan a cubrir ese costo, porque siempre estarán dentro del mundo de lo limitado.
Y servir a Dios, también es amar de corazón a los que aman a Jesús, especialmente a los que lideran nuestra vida espiritual. Es tan importante bendecir a los líderes que Dios levanta para edificar la Iglesia, que, en Malaquías 3:10, Dios prometió abrir las ventanas de los cielos y derramar bendición hasta que sobreabunde sobre los que daban el diezmo. No sólo porque demostraban su amor por Él, sino porque el diezmo era para los sacerdotes que ministraban en el templo. Y honrar lo que Dios honra tiene galardón. En San Mateo 10:41, Jesús dijo: “El que recibe a un profeta por cuanto es profeta, recompensa de profeta recibirá; y el que recibe a un justo por cuanto es justo, recompensa de justo recibirá”. Nada trae más bendición a la vida del cristiano que honrar a los líderes puestos por Dios para gobernar y edificar a los Suyos.
A todos Dios nos ha regalado algún don por medio del cual podemos bendecir a Su pueblo, y aliviar el dolor de los que sufren. Sólo tenemos que disponernos a llevarlo a cabo. Si buscamos la forma de bendecir a alguien cada día, aunque comencemos con algo pequeño, Dios irá ensanchando nuestro camino y multiplicando nuestros dones. Porque es dando como se recibe, y bendiciendo como somos bendecidos.
el corazón de Dios
y cambiar sus decisiones???
Claro, ¡siempre que tengas una causa noble!!! La naturaleza de Dios es la fidelidad y, tal vez, surge la pregunta: ¿Y dónde aplica Dios Su fidelidad?...
1) Dios es fiel a Su Palabra: Las Sagradas Escrituras. Podemos estar seguros, en un ciento por ciento, que lo que allí dice tendrá cumplimiento.
2) Dios es fiel a Su Iglesia, a las promesas hechas a Abraham, el padre de la fe, a los profetas y hombres usados por Dios. Tales promesas son también nuestras, porque pertenecemos a la misma simiente: La simiente de los redimidos.
Y las promesas de Dios no sólo se cumplen en nuestra vida sino en todo aquello sobre lo cual la proclamemos. Porque cuando la declaramos, debemos tener en cuenta que “no volverá a Dios vacía, sino que hará lo que él quiere, y será prosperada para todo aquello para lo cual fue enviada” (Isaías 55:11). Y su fidelidad es tan, pero tan grande, que por amor a los Suyos, ¡Dios puede cambiar de parecer!!!
Tal vez digas: ¡No me haga reír, tal cosa es inaudita!!!
Sin embargo, la Biblia dice que Dios se cansó de la desobediencia del pueblo de Israel y decidió destruirlo, en más de una oportunidad. Pero cuando Dios le comunicó su decisión a Moisés: “Yo he visto a este pueblo, que por cierto es pueblo de dura cerviz. Ahora, pues, déjame que se encienda mi ira en ellos, y los consuma; y de ti yo haré una nación grande” (Éxodo 32:10). Moisés intercedió por el pueblo y le pidió a Dios que no lo hiciera, “entonces Dios se arrepintió del mal que dijo que había de hacer a su pueblo” (v.14).
Y en una oportunidad Moisés, al igual que Jesús, puso su propia vida por el pueblo: “Te ruego, pues este pueblo ha cometido un gran pecado,… y si no, ráeme ahora de tu libro que has escrito” (Éxodo 32:31). Le estaba diciendo a Dios, ni siquiera me importa tenerte, no quiero la vida si vas a borrar a este pueblo de la tierra!!! Y Dios cambió de parecer nuevamente, por amor a Moisés.
¡Cómo no iba a tocar el corazón de Dios semejante entrega!
Otro hombre que hizo cambiar a Dios de parecer fue el rey Ezequías. Cuando Dios le mandó a decir por medio del profeta Isaías: “Ordena tu casa, porque morirás, y no vivirás” (2 Reyes 20:1), Ezequías lloró y oró pidiendo diez años más de vida. Y antes que el profeta terminara de salir de su palacio, Dios lo hizo volver para decirle: “Yo he oído tu oración, y he visto tus lágrimas; he aquí yo te sano.”
En el Nuevo Testamento leemos de una mujer cananea, que no pertenecía al pueblo de Dios, y también hizo cambiar a Jesús de planes. Ella clamó pidiendo que sanara a su hija y Jesús le dijo: “No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel… No está bien tomar el pan de los hijos, y echarlo a los perrillos. Y ella dijo: Sí, Señor; pero aun los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos. Entonces respondiendo Jesús, dijo: Oh mujer, grande es tu fe; hágase contigo como quieres. Y su hija fue sanada desde aquella hora” (San Mateo 15:22,27,28). En otras palabras, no estaba en los planes de Dios que Jesús predicara a los gentiles, a los que no pertenecían al pueblo de Israel, sin embargo, la fe de esta mujer tocó el corazón de Dios y cambió Sus planes.
En este siglo presente, tan deteriorado moralmente, Dios está buscando gente que se entregue a cumplir Su voluntad sin condicionamientos. Está buscando valientes, que estén dispuestos a interceder al punto de cambiar incluso,las decisiones del Todopoderoso!!!
A nuestro Padre le agrada complacernos, sobre todo, cuando le amamos hasta entregarle todo. El rey David lo sabía bien cuando escribió: “Deléitate asimismo en el Señor, y él te concederá las peticiones de tu corazón” (Salmo 37:4).
La fidelidad de Dios también nos garantiza la protección de nuestra familia. Cuando Él decidió destruir Sodoma y Gomorra, dijo: “¿Encubriré yo a Abraham lo que voy a hacer? ..” Abraham lo supo antes que sucediera, y aunque Abraham no le pidió a Dios por Lot, igualmente Dios mandó sus ángeles a sacar a Lot y su familia de Sodoma antes de destruirla. ¡Y creo que Abraham no oró por su sobrino, porque daba por sentado de que Dios se acordaría que era su sobrino y lo guardaría!
Pero el círculo de la fidelidad de Dios se ensancha sobre nosotros al punto que Él ha prometido bendecir a los que nos bendigan, y maldecir a los que nos maldigan (Génesis 12:3). Rahab, una mujer ramera, por proteger a los israelitas que fueron a reconocer la tierra y evitar que los mataran, no sólo salvó su vida junto con su familia, sino que de uno de sus descendientes nació José, esposo de María, ella pasó a formar parte del plan de salvación de Dios. Y Jesús afirmó que cualquiera que diere un vaso de agua solamente a uno de los Suyos, sería recompensado. En otras palabras, los que nos hacen favores a nosotros, ¡reciben como paga el favor del Dios al cual servimos!!!!
Y hay algo más a nuestro favor. El rey Salomó dijo que el corazón de los que gobiernan está en las manos del Señor, y a todo lo que Él quiere lo inclina (Proverbios 21:1) De modo que si necesitamos la asistencia de alguna autoridad, podemos pedir a Dios que incline su corazón a nuestro favor. Esther, una mujer judía, ante un problema decidió orar y presentarse ante el rey Asuero de Persia, su esposo, sin haber sido llamada. Estaba pasando por alto una ley real, sin embargo, Dios tocó el corazón del rey y lejos de reprocharle su actitud, le dijo: “¿Qué tienes, reina Ester, y cuál es tu petición? Hasta la mitad del reino se te dará” (Ester 5:3). ¡No creo que haya muchos reyes dispuestos a desprenderse nada menos que de la mitad de su reino, a no ser por la intervención del Dios al cual servimos!!
Todos estos beneficios alcanzan a los cristianos que son capaces de pararse firmes sobre la Palabra del Dios vivo y servirle de todo corazón, pase lo que pase. Los redimidos somos el especial tesoro de nuestro Padre, porque hemos sido comprados con el más alto precio: La vida de Jesucristo. Es un precio que va más allá de todo cálculo, porque es ilimitado. Todo lo que hay en el mundo, por alto que sea su costo, el precio siempre será limitado, o sea, se puede fijar según la moneda de cada país. Pero la sangre de Cristo, no tiene precio. Todo el dinero que existe en el mundo y todas las fortunas juntas, no alcanzan a cubrir ese costo, porque siempre estarán dentro del mundo de lo limitado.
Y servir a Dios, también es amar de corazón a los que aman a Jesús, especialmente a los que lideran nuestra vida espiritual. Es tan importante bendecir a los líderes que Dios levanta para edificar la Iglesia, que, en Malaquías 3:10, Dios prometió abrir las ventanas de los cielos y derramar bendición hasta que sobreabunde sobre los que daban el diezmo. No sólo porque demostraban su amor por Él, sino porque el diezmo era para los sacerdotes que ministraban en el templo. Y honrar lo que Dios honra tiene galardón. En San Mateo 10:41, Jesús dijo: “El que recibe a un profeta por cuanto es profeta, recompensa de profeta recibirá; y el que recibe a un justo por cuanto es justo, recompensa de justo recibirá”. Nada trae más bendición a la vida del cristiano que honrar a los líderes puestos por Dios para gobernar y edificar a los Suyos.
A todos Dios nos ha regalado algún don por medio del cual podemos bendecir a Su pueblo, y aliviar el dolor de los que sufren. Sólo tenemos que disponernos a llevarlo a cabo. Si buscamos la forma de bendecir a alguien cada día, aunque comencemos con algo pequeño, Dios irá ensanchando nuestro camino y multiplicando nuestros dones. Porque es dando como se recibe, y bendiciendo como somos bendecidos.
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