martes, 21 de agosto de 2012
COMO TENER VALOR
Todo el mundo tiene expectativas de cada ser humano de acuerdo a su rol en la vida. Si hay un fuego y llega un bombero, se espera que reaccione y busque alternativas para apagarlo. De igual forma, si hay un robo y pasa un policía, todos los implicados esperan que la situación se neutralice por la presencia de un oficial. De una mujer, ¿qué se espera? La situación se complica cuando las personas no están claras de su rol en la vida. Ante diferentes situaciones los roles se van distorsionando, quedando una confusión sobre lo que realmente se debe esperar de cada quien.
En el principio creó Dios al hombre solo; todos los demás tenían pareja. Y dijo Dios: “…le haré ayuda idónea para él”. ¿Ayuda? ¿Idónea? ¿Cuál sería la idea de Dios cuando dijo “ayuda idónea”?
Vamos a las especificaciones. En su raíz hebrea la palabra ayuda, entre otras, significa rodear, proteger, defender.
Fuimos diseñadas para proteger, rodear, defender a un hombre. Se me ocurre pensar en la fortaleza de las murallas que protegían las grandes ciudades. La plusvalía de esa gran ciudad se podía observar por el esfuerzo de protegerla adecuadamente. La sociedad nos ha enseñado que somos el sexo débil y muchas mujeres lo han creído porque no han ido a los papeles del diseñador para ver las especificaciones. Otras se han lanzado a la fuerza a buscar el reconocimiento que de por sí traen de fábrica.
Las mujeres tenemos que reconocer nuestra valía; somos las que defendemos y protegemos. Tu casa, tu santuario, tu familia tienen que saber de lo que estás hecha, porque estás siendo funcional. Un hombre es influenciado altamente por la opinión de una de estas dos mujeres: su madre y/o su esposa. Ellas no son rivales, son la fortaleza para un hombre que significa mucho. Es ella la que conoce tanto su lado débil como su lado fuerte. Sus fortalezas las reconoce y las alaba y con amor cubre sus debilidades. No es una mujer encaprichada por ganar reconocimiento, es una mujer que con sabiduría construye y hace de su hogar el lugar donde se respira paz y armonía y todos están a salvo.
Desempeña con orgullo el rol de mujer que desde el principio el Señor ha diseñado para ti. Retoma tu posición y tu lugar porque tú vales más de lo que puedes estar demostrando.
martes, 7 de agosto de 2012
COMO VENCER LA ENVIDIA
Hay quienes sin merecerlo tienen más que nosotras, mujeres que no son la mitad que nosotras pero que disfrutan de amor, felicidad y mucho más…
Si queremos ser felices tenemos que aprender a dejar la envidia de lado y alegrarnos por los demás. A medida que lo logremos nosotras mismas seremos más felices porque lo que deseamos a los demás lo acabamos disfrutando nosotras también.
Sientes envidia cuando una amiga o conocida se pasea bella y bien vestida, agarradita de las manos con su novio o esposo… Se la ve feliz, tiene pareja y tú no tienes esa felicidad que ella tiene. Al verles sonrientes juntos el estómago te hace cosquillas mientras tu corazón parece un volcán a punto de erupción, quisieras estar en su dentro de ella.
¿Por qué ella y yo no?
Tu corazón no comprende porqué no tienes lo que ella tiene, tal vez te lo mereces más que ella, “¿por qué yo no?” –te preguntas. Te defiendes a ti misma pensando que en el fondo ella no es tan linda como se cree, que tú mereces lo que ella tiene. Y cuando se lo haces saber de algún sutil modo y ya se ha marchado, te sientes culpable, no sabes qué hacer con tus sentimientos tan desagradables, ni cómo sentirlos.
Piensas mal de quien tiene más, consideras que tú debieras tener lo que ella tiene, que lo mereces más. No te daría lástima que ella perdiese lo que tú mereces más que ella… ¿Eres malvada por ello?
Todas hemos podido sentirnos así en ciertas ocasiones, pero la cuestión está en que no debes permitir que esos feos sentimientos se arraiguen en tu corazón, mente y vida. ¡No lo permitas!
¡Fuera envidia y celos!
Es posible aprender a mirar con buenos ojos la felicidad de otras, aun cuando la vida nos esté dando la espalda, y por tu propio bien te conviene proponértelo. ¿Sabes por qué? Porque…
En la medida que aprendemos a alegrarnos por la felicidad de los demás, nuestra propia vida mejorará. Cuando nos falta algo y logramos aceptar que los demás lo tengan aun sin merecerlo, Dios y la vida misma nos acaba dando mucho más de lo que deseamos. Cuando la envidia deja de corroernos por dentro y fuera, la luz nos ilumina y el amor puede llegar a nuestra vida y parecer un cuento de hadas (aunque bien es cierto, habrá noches que a las doce retorne a sapo).
Depende de ti misma que cada día sea especial, es algo que te tienes que proponer tú misma. Así, tal vez, la próxima vez que sientas cosquillas en tu estómago y tu corazón hecho un volcán, no sea por envidia sino por tu propia felicidad y la de los demás.
Porque al final todo lo que se desea para los demás… ¡a nosotras se nos revierte y por partida doble!
Desea el bien para los demás, que cuando lo haces también facilitas que tú misma seas feliz.
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